El ser humano se ha valido de la razón para el desarrollo de la ciencia. Desde Sócrates (470-399 a.C.), la búsqueda de términos universales ha guiado el progreso científico y sus aplicaciones, es decir, la tecnología. No obstante, hay que retroceder aún más en el tiempo para aproximarse a los orígenes del desarrollo tecnológico.
Históricamente, la tecnología se ha usado para satisfacer necesidades (alimentación, vivienda, vestimenta, relación social) y deseos. Prueba de ello es la creación de un sistema de comunicación, los primeros cultivos, la domesticación de animales o el fuego. Estos hitos fijaron las bases de lo que hoy entendemos por tecnología. Como señalara Karl Max (1818-1883), la tecnología no es ni buena ni mala. Los juicios éticos no son aplicables a la tecnología, sino al uso que se hace de ella: un cuchillo puede usarse para cometer un homicidio o para cortar pan.
Sin embargo, la tecnología tiene un impacto en el ser humano y en la naturaleza (1). Marshall McLuhan (1911-1980) afirmaba que “formamos nuestras herramientas y luego ellas nos forman”.
Los siglos XX y XXI siguen difuminando la línea que separa ciencia y tecnología. Al igual que pasara con el descubrimiento del fuego y la formulación de la combustión, ciencia y tecnología se dilatan en el tiempo, se solapan o se suceden. Hoy en día, la salud no puede entenderse sin el avance científico y tecnológico. Análogamente, la ciencia y la tecnología tienen consecuencias nefastas para la salud. De esta manera, se presenta una controversia no siempre fácil de resolver.
La obesidad es una patología que desde 1980 se ha más que doblado en todo el mundo (2). Es un factor de riesgo para el desarrollo de diabetes tipo 2 (3). La causa fundamental del sobrepeso y la obesidad es un desequilibrio energético entre calorías consumidas y gastadas. En el mundo, se han producido:
- Un aumento en la ingesta de alimentos hipercalóricos, que son ricos en grasa, sal y azúcares pero pobres en vitaminas, minerales y otros micronutrientes.
- Un descenso en la actividad física como resultado de la naturaleza cada vez más sedentaria de muchas formas de trabajo, de los modos de desplazamiento y de una creciente urbanización (2).
La controversia de las tecnologías se aplica en la omnipresente obesidad: La industria alimentaria oferta al mismo tiempo productos más y menos saludables, pero el incremento del consumo se da en los hipercalóricos, grasos y azucarados. Del mismo modo, la industria mejora la tecnología de la bicicleta y las zapatillas deportivas, pero gran parte de la población prefiere utilizar el coche para desplazamientos cortos.
Son muchas las posibilidades que nos brinda el avance tecnológico. Si una tecnología cada vez más sofisticada inunda nuestras vidas, al menos utilicémosla en el sentido de promoción de la salud.
La fotografía muestra la compra semanal de una familia estadounidense media. Observamos que la mayoría de alimentos se corresponde con platos precocinados, fritos, carnes, snacks, bebidas azucaradas y salsas. Las frutas y verduras representan la menor de las proporciones, en comparación con los otros productos.
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